El nacimiento de la literatura argentina y otros ensayos

 

Norma, 2006; Excursiones, 2015.
http://editorialexcursiones.com/2015/12/14/el-nacimiento-de-la-literatura-argentina-de-carlos-gamerro/

Nota de contratapa:

¿Cuándo nace una literatura? ¿Cuál es el mito de fundación, que tan pronto como se escribe se borronea y reaparece con un estatuto indiscutible? En literaturas jóvenes como la argentina o la estadounidense, el comienzo, la punta del hilo, puede ubicarse con relativa facilidad. Carlos Gamerro remonta ese hilo hasta Echeverría y Hawthorne, respectivamente, contrastando ambos comienzos y siguiendo luego ambos devenires.

¿Dónde están, por otra parte, los límites entre una y otra literatura? ¿En las fronteras nacionales? ¿En las lenguas? ¿Y de qué manera se comunican, a través de ellas, las obras y los autores? Dos lenguas, entonces, dos siglos, y cuatro literaturas. La argentina, por un lado; la inglesa y la estadounidense, por el otro; y la irlandesa como puente: este libro reúne los ensayos de un escritor sobre autores fundamentales como Echeverría, Borges, Walsh, Saer, Joyce, Hawthorne, Burroughs, Capote, y otros. Un libro indispensable para reflexionar sobre un acontecimiento tan feliz como azaroso: el nacimiento de la literatura argentina.

Una reseña de El nacimiento de la literatura argentina.

Crítica de autor.

Como estrategia textual de intervención pública, el ensayo es uno de los géneros discursivos más eficaces para transmitir una opinión subjetiva, una hipótesis de lectura, una interpretación polémica. Es, como señala Jaime Rest en El cuarto en el recoveco, la forma más personal e imprevisible de cuantas dispone el escritor para comunicar sus impresiones y, se podría agregar, sus sentimientos y emociones.

“Críticas de autor” denomina Carlos Gamerro a los ensayos recopilados en El nacimiento de la literatura argentina, acentuando de este modo la relevancia de la primera persona. Carlos Gamerro funda una fábula de identidad a través de la cual se reconoce como heredero de dos lenguas, la castellana y la inglesa, que definen una identidad cultural, un lugar de enunciación y una tradición literaria. Dice en el prólogo: “Haber tenido un abuelo de Gibraltar (es decir, de sangre española y cultura inglesa), haber recibido una educación inglesa en un país sudamericano […] son dones o estigmas que no se borran fácilmente, porque resultan tan constitutivos de la identidad cultural como de la física los genes”. Esta construcción identitaria encontraba en Las Islas, su primera novela, una resolución ficcional; en este volumen de ensayos se revela, en cambio, como el eje articular de diferentes tradiciones literarias.

Los ensayos muestran algunas instancias de diálogo entre las dos lenguas a través de indagaciones obre la literatura argentina en su primera parte, titulada “Esta orilla”; sobre las literaturas inglesa y norteamericana, en su tercera parte (“La otra orilla”), y sobre la literatura irlandesa en la segunda sección, que es intermediaria entre las otras dos (“Buenos Aires-Dubín: el puente”). Lejos del “provincianismo” que muchas veces caracteriza a la crítica literaria local, Gamerro lee algunas zonas constitutivas de la literatura argentina en el cruce, en las similitudes o en sus diferencias con esas otras literaturas nacionales. De este modo, el nacimiento pacífico, pero acosado de fantasmas, de la literatura norteamericana en la obra de Nathaniel Hawthorne ilumina, por contraste, el carácter violento, político y realista del inicio de la literatura argentina en la obra de Esteban Echeverría. O el análisis conjunto de los procedimientos de los textos de James Joyce y de Jorge Luis Borges remite al modo en que se universalizan las culturas periféricas por inclusión de lo heterogéneo y revela, al mismo tiempo, que las culturas centrales lo hacen por la difusión/imposición de su propio núcleo homogéneo.

A su vez, la misma estructura del libro va armando imprevisibles correspondencias como, por ejemplo, la que se compone entre Rodolfo Walsh y Truman Capote. Así, en un capítulo de “Esta orilla”, Gamerro discute con quienes simplifican la imagen de Walsh al reivindicar sólo su faceta política y considerarlo “el perfecto militante revolucionario” en detrimento de la valoración como autor “de una serie de cuentos perfectos”. Y lo hace analizando el anhelo – por Walsh nunca abandonado – de escribir una novela imposible: una novela que acumularía casi un siglo de historia nacional así como “las capas geológicas del habla rioplatense” que fueron superponiéndose desde los días de la Organización Nacional. Páginas más adelante, en un capítulo de “la otra orilla”, Gamerro se detiene en los últimos años de Truman Capote y en su utopía de escribir la “obra perfecta”: la también imposible Plegarias atendidas en la que, como Walsh, “lo pondría todo”, y cuyo resultado fue, en realidad, un conjunto de relatos sueltos. Los nombres de Walsh y Capote suelen relacionarse porque ambos son considerados, del lado de acá y del lado de allá, como los inventores de un nuevo género, la Non Fiction. Gamerro, en cambio, los convierte en protagonistas de una misma historia que no es otra que la de la genialidad del escritor fracasado.

Estas y otras revelaciones aguardan a lector de los ensayos compilados en El nacimiento de la literatura argentina: la suposición de que Borges arrastró durante toda su vida literaria la íntima frustración de no haber sido un poeta místico; la confección de un decálogo del relato policial argentino que parte de la premisa de que el crimen siempre es cometido por la policía; la predicción, por demás polémica, de que el éxito o el fracaso de las nuevas generaciones de escritores argentinos dependerá de su capacidad de escribir desde William Burroughs. Hipótesis inteligentes de un lector inteligente que, a su vez, son enunciadas con la precisión y el estilo de un talentoso escritor.

Sylvia Saítta, Diario La Nación (Versión competa).

Índice.

Prólogo a la segunda edición.

I. NUESTRA ORILLA.

1. El nacimiento de la literatura argentina.
2. Rodolfo Walsh, escritor.
3. 14 de junio, 1982.
4. Notas para una redefinición del género policial argentino.
5. Borges y la tradición mística.
6. El hombre que hacía llover: Juan José Saer.
7. Hay poemas que matan.

II. EL PUENTE: Buenos Aires – Dublín.

8. El Ulises de Joyce y la literatura argentina
9. El escritor irlandés y la tradición.

III. LA OTRA ORILLA.

10. El iniciador: Nathaniel Hawthorne.
11. El hombre invisible de H. G. Wells.
12. Del fin al principio: Truman Capote.
13. Holden Caulfield cumple 67.
14. Los dioses del suburbio: The Stories of John Cheever.
15. Virginia Woolf: la oración femenina.
16. Sylvia Plath: Cartas a mi madre.
17. Burroughs para argentinos.
18. Los dos finales de La naranja mecánica.
19. 1984 a 20 años de 1984.
20. Por un arte impuro.

Prólogo a la segunda edición.

El nacimiento de la literatura argentina, publicado originalmente en 2006, fue mi primer libro de ensayos y, como tal, un mapa bastante fiel de mis caprichosas preferencias personales, antes que de cualquier objeto literario de existencia medianamente autónoma. Ese mapa tomó la forma algo bizarra de dos continentes desiguales, el de la literatura argentina por un lado y el de la inglesa y norteamericana por el otro, unidos por el istmo de la irlandesa, que siempre sonó en mis oídos como literatura argentina escrita en inglés. En esta nueva edición el istmo se ha adelgazado por la eliminación de dos textos, “Caín y babel”, sobre la relación entre Stanislaus Joyce y su ‘gran hermano’ James, que me gustaba sobre todo por el título, y “El Ulises en español” que en el interín había sido absorbido por mi Ulises. Claves de lectura; pero no por delgado se ha vuelto menos fuerte.

Los textos que integraban la primera edición tenían un origen diverso. La mayoría fueron escritos entre 2000 y 2005 para los suplementos culturales de los diarios Página 12 y Clarín; tres de ellos, “El nacimiento de la literatura argentina”, “Borges y la tradición mística” y “El Ulises de Joyce en la literatura argentina” nacieron como conferencias, y uno solo, “El escritor irlandés y la tradición” corresponde a mi escueta producción académica (dos textos apenas) o, dicho de otra manera, a aquélla en la cual, por no contar con ninguna novela publicada, todavía no me atrevía a hablar como escritor. Varios privilegios atienden a la práctica de la crítica de autor: el derecho a la primera persona y, por consiguiente, a hablar desde los sentimientos y las emociones; un relativo derecho a la ignorancia o por lo menos a la irresponsabilidad bibliográfica y – aquí sutilmente pasamos del terreno de los derechos al de los deberes – la decisión de escribir no en una jerga de especialistas o iniciados sino en un lenguaje accesible a los lectores cultos en general.

En los nueve años transcurridos desde entonces fueron apareciendo nuevos ensayos (los escribí yo, supongo, pero la sensación al pasar revista a los archivos de mi computadora es que brotaron durante la noche como hongos) que ningún otro libro, actual o futuro, podría acomodar mejor que éste, y así entraron “Hay poemas que matan”, escrito originalmente para ser leído en público y públicamente sometido al agudo escrutinio crítico del inolvidable Nicolás Rosa; un texto análogo sobre Sylvia Plath, que se hubiera fundido con aquel de no ser por la incómoda geografía del libro (pero el díscolo lector, que salta y saltea, sabrá unir lo que el autor y las editoras han separado); “Virginia Woolf: la oración femenina”, un intento puramente personal y probablemente fallido por develar el sentido de una enigmática frase de Una habitación propia; “El hombre invisible de H. G. Wells” que reclamaba su lugar junto Orwell, Burroughs y Burgess como un ejemplo más de la asombrosa capacidad de la mente anglosajona para combinar política, ciencia y ficción; y finalmente, “Por un arte impuro”, un nuevo homenaje a William Burroughs, en el cual traté de incluir todo lo que no había podido meter en “Burroughs para argentinos” y que terminó dejando más cosas afuera que el anterior. Para hacerles lugar tuvo que partir “Uno de los nuestros: Manuel Vázquez Montalbán”, carta de agradecimiento por el placer recibido de las novelas de Pepe Carvalho, escrita en ocasión de la muerte del autor.

Si en la primera edición me salteé el agradecimiento a mi editora de entonces, ahora y – espero – siempre, Leonora Djament, aprovecho esta segunda oportunidad para remediar mi falta, y prevenir una nueva agradeciendo a mis reeditoras actuales, Sol Echeverría y Nurit Kasztelan, que enfrentaron los caprichos del autor con sus todavía más feroces caprichos de lectoras y promovieron y festejaron la inclusión de textos sobre escritoras, para mayor coherencia de un libro que ya desde el título quiere tratar de gestaciones y partos.